3 dias para comprar gás butano…

Texto concebido em Barcelona [ESP] ago./2004

Argollo Ferrão, A. M. de (2004). 3 dias para comprar gás butano… [web]. Disponível em <http://argollo.org/tri/tri1/tri1-17/>.

Abstraído de uma crônica Publicada em 2004

Argollo, A. (2004, 4 a 10 de outubro). 3 dias para comprar gás butano… [In] Da arquitetura catalã à seleção de 70. Jornal da Unicamp, p. 2, Diário da Cátedra. Disponível em [PDF] [HTML].

ISBN 978-85-908725-1-1 / Publicado em 2008

Argollo, A. (2008). 3 dias para comprar gás butano… In A. M. de Argollo Ferrão (Ed.). Ver a Cidade (pp. 20-21). Campinas [SP/BRA]: O Autor.

ISBN 978-84-936996-0-4 / Traduzido para o espanhol e publicado em 2009

Argollo, A. (2009). 3 días para comprar gas butano… En A. Argollo. Ver la Ciudad. Un guión poético con ojos de veracidad (pp. 25-26) (Colección Caravasar) (M. A. Suárez Escobio, Trad.). Gijón [Asturias/ESP]: CICEES. (Original en portugués publicado en 2008).

3 dias para comprar gás butano...

Em Barcelona você pode compartir un piso, ou locar una habitación (um quarto dentro de um apartamento). O termo apartamento é empregado também para locais de encontros românticos ocasionais. Portanto, se você for passar uma temporada por lá, busque un piso o una habitación – e um apartamento, quando for o caso!

Quando não se conhece bem um lugar tudo parece mais complicado. Assim foi minha experiência para comprar dois botijões de gás de cozinha. Levei 3 dias para conseguir fazê-lo. No primeiro dia, de manhã, após combinar com meus colegas de piso que eu compraria os botijões, fiquei esperando o caminhão passar. Se você tem gás encanado, ótimo. Se não tem, há de comprar botijões como fazemos no Brasil. Mas era um pouco diferente: a empresa distribuidora só entregava a domicílio mediante um contrato em que o cliente se declarava responsável pelo bom uso do gás, e ciente de outros termos que não vêm ao caso agora. Outra opção era comprar direto de distribuidores terceirizados que circulavam pela cidade em caminhõezinhos llenos de bonbonas, que não faziam alarde (nem sequer tocavam aquelas irritantes “músicas de caminhão de gás” que nos torturam a mente no Brasil). Não demorei para perceber que o caminhãozinho passava e se você não se manifestasse – um abraço! Gás só no dia seguinte. Ficara esperando quase toda a manhã, e nada. No segundo dia, procurei me informar sobre o roteiro dos caminhõezinhos, e… Pô! Minha casa fazia parte do itinerário! Mas nada deles passarem. Descobri uma pracinha em que um desses caminhõezinhos llenos de bonbonas ficava estacionado. De lá, o motorista e um ajudante, com carrinhos manuais de carga, levavam os botijões até o piso dos clientes que se manifestavam. O caminhão ficava fechado até que eles voltassem com seus carrinhos de mão vazios para enchê-los com mais botijões. Esperei-os voltar e disse-lhes que queria comprar dos bonbonas de gas butano. O motorista me disse que já houvera passado pela minha rua de manhã e não vendera ninguna bonbona – e que não voltaria lá – só no dia seguinte! – isso porque estávamos a 3 quarteirões do meu piso! Naquele instante notei que o atendimento ao cliente não era uma vantagem competitiva que os catalães pudessem ostentar. Finalmente no terceiro dia, voltei à pracinha e esperei o ajudante do motorista voltar ao caminhãozinho. Solicitei dos bonbonas e o acompanhei até o meu piso para não correr o risco de ficar sem gás. O entregador era um paquistanês que vivia em Barcelona há mais de 4 anos – provavelmente clandestinamente – era o que mais tinha na belíssima capital da Catalunha: estrangeiros clandestinos, inclusive brasileiros. E como não poderia deixar de ser, naquele terceiro dia, quando eu estava chegando ao meu piso acompanhado do paquistanês e seu carrinho de mão lleno de bonbonas de gas, o que foi que eu vi estacionado em frente ao meu prédio? Sério, juro que é verdade: outro caminhãozinho de gás! Parece sacanagem, mas quando você quer não aparece um e quando você desencana aparece um monte.

3 días para comprar gas butano...

En Barcelona puedes compartir un piso, o alquilar una habitación (un cuarto dentro de un piso). El término “apartamento” es empleado también para locales de encuentros románticos ocasionales. Por tanto, si vas a pasar allí una temporada, busca un piso o una habitación − ¡y un apartamento¹, cuando sea el caso!

Cuando no se conoce bien un lugar todo parece más complicado. Así fue mi experiencia para comprar dos bombonas de gas de cocina. Tardé tres días en conseguirlo. El primer día, por la mañana, después de quedar con mis colegas de piso en que yo compraría las bombonas, estuve esperando que pasase el camión. Si tienes gas canalizado, fantástico. Si no, tienes que comprar bombonas como hacemos en Brasil. Pero era un poco diferente: la empresa distribuidora sólo entregaba a domicilio mediante un contrato en el que el cliente se declaraba responsable por el buen uso del gas, y consciente de otros términos que no vienen al caso ahora. Otra opción era comprar directamente a los distribuidores subcontratados que circulaban por la ciudad en camiones llenos de botijões (o − bombonas), que no hacían alardes (ni siquiera tocaban aquellas irritantes canciones del camión del gas que nos torturan la mente en Brasil²). No tardé en darme cuenta de que el camión pasaba y, si no te manifestabas − ¡hasta luego! El gas sólo al día siguiente. Me había quedado esperando toda la mañana, y nada. Al segundo día, busqué la manera de informarme sobre la ruta de los camiones, y… ¡Jo! ¡Mi casa formaba parte del itinerario! Pero ellos no pasaban. Descubrí una pequeña plaza en la que uno de esos camiones llenos de botijões permanecía estacionado. Desde allí, el conductor y un ayudante, con unas carretillas, llevaban las bombonas hasta el apartamento (o − piso) de los clientes que los llamaban. El camión permanecía cerrado hasta que ellos llegasen con sus carretillas vacías para cargarlos de nuevo con más bombonas. Esperé a que regresaran y les dije que quería comprar dos botijões de gás butano. El conductor me dijo que ya había pasado por mi calle por la mañana y que no había vendido nenhum botijão − y que no volvería − ¡sólo al día siguiente! − ¡y eso que estábamos a tres manzanas de mi apartamento! En aquél instante me di cuenta de que la atención al cliente no era un ventaja competitiva que los catalanes pudiesen ostentar. Finalmente, al tercer día, volví a la plaza y esperé a que el ayudante del conductor volviese al camión. Solicité dos botijões y lo acompañé hasta mi apartamento para no correr el riesgo de quedarme sin gas. El repartidor era un paquistaní, que vivía en Barcelona desde hacía más de cuatro años, probablemente de manera clandestina − era eso lo que más había en la bellísima capital de Cataluña: extranjeros clandestinos, inclusive brasileños. Y como no podía dejar de ser, aquél tercer día, cuando estaba llegando a mi apartamento acompañado del paquistaní y su carretilla llena de botijões de gás, ¿qué es lo que vi estacionado delante de mi edifício? En serio, juro que es verdad: ¡otro camión de gas! Parece un cachondeo, pero cuando quieres no aparece ni uno y cuando ya te las arreglaste aparecen un montón.


¹ En Brasil se utiliza el término “apartamento” para “piso“, “quarto” para “habitación“, y “habitação” para “casa“, o sea: “habitação de interesse social” puede ser traducido como “casa de interés social” o “casa popular“. El término “piso” designa el “suelo” que se pisa. De ahí que el autor juegue con las semejanzas y diferencias entre el portugués y el español.

² Es común en muchas ciudades brasileñas que los distribuidores de gas utilicen un conjunto de altavoces en los camiones de reparto, tocando tramos repetitivos de canciones para llamar la atención de los consumidores en sus hogares. La opinión de que esas musiquillas de los camiones de gas son irritantes es compartida por el autor y por millares de ciudadanos brasileños.